El presidente de Francia, Emmanuel Macron, junto al Consejo de Ministros, aprobó la reforma laboral que busca flexibilizar las normas de contrataciones y despidos. A pesar de las numerosas protestas contra esta medida y la caída de su popularidad, el gobernante decidió darle luz verde al primer gran proyecto de su gestión.
No obstante, la reforma no es un hecho todavía, se requiere la aprobación definitiva del Parlamento francés, pero para los analistas el impulso de Macron busca enviar un mensaje claro: “la transformación de Francia va en serio”. Así mismo, indica a los sindicatos que su gobierno no cederá ante las protestas.
La firma de la reforma se llevó a cabo en el Elíseo, en un escenario que los comentaristas calificaron de estilo “americano” por su similitud con los tradicionales actos protocolares de firmas de decretos presidenciales en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
La imposición de los cinco textos legislativos que conforman la reforma, se considera la primera victoria del joven presidente, contradiciendo las previsiones de sus detractores, quienes durante su campaña aseguraban que una vez en el poder, no podría aprobar una reforma tan grande por las presiones sindicales.
Sin embargo, a pesar de las controversias generadas con estas ordenanzas, también le ha ayudado la legitimidad que le otorga haber prometido la reforma en campaña, y contar con una mayoría cómoda y cohesionada en la Asamblea Nacional.
Aunque esta reforma laboral no representa una revolución, si inclina al código laboral hacia una mayor liberalización. Algunas de las reformas, contemplan el baremo a las indemnizaciones por despidos improcedentes y autoriza a empresas transnacionales con operaciones en Francia, declararse en crisis local, permitiendo así el despido de trabajadores, independientemente de si la empresa prospera en el resto de sus sedes alrededor del mundo.
