POR ISMAEL CALA
@CALA
Al acercarse el fin de año, muchos aprovechan para mirar hacia atrás y sacar conclusiones sobre su situación personal o profesional. Si hablamos del trabajo, de los objetivos cumplidos o los que quedaron en el camino, también es buen momento para evaluar la salud laboral: ¿somos felices en nuestro puesto de trabajo, lo sobrellevamos o estamos a punto de estallar?
Se trata, precisamente, de no llegar a la explosión, porque entonces nuestras acciones serán solo reactivas y seremos víctimas del llamado Síndrome Burnout (“quemado”), calificado por el psicólogo Jonathan García-Allen como un tipo de estrés laboral, un estado de agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima. Es normal, en este escenario, que los trabajadores pierdan interés en sus responsabilidades o incluso enfermen.
Y si sumamos la incidencia de las nuevas tecnologías, tendremos entonces la tormenta perfecta. Recientemente, una investigación de la Universidad de Augsburgo y del Instituto Fraunhofer de Informática Económica, en Alemania, concluyó que el “estrés digital” afecta a la salud humana y disminuye la productividad. Los encuestados dijeron padecer dolores, insomnio y cansancio.
Las situaciones extremas se ven habitualmente en Japón, donde hasta los monjes dicen estar “quemados” por el tiempo que laboran en los templos. A veces allí se produce el “karochi”, que es la muerte por exceso de trabajo.
En estos casos, la Organización Internacional del Trabajo recomienda reducir las horas, sobre todo en la noche; descansar los días festivos y promover el diálogo entre empleados y jefes para diseñar procedimientos y lugares de trabajo saludables y eficientes.
¿Qué más podemos hacer desde el mindfulness para no terminar “quemados”?
En primer lugar, admitir que existe un problema. Si pensamos que nada sucede, que actuar así es lo que corresponde “por naturaleza”, entonces estaremos lejos de la solución. Si reconocemos el problema, ya podemos evaluaremos las causas. ¿Todas tienen solución? Depende, pero sí podremos incidir en algunas, incluso con apoyo profesional.
Lo primero será fijar los límites: no trabajar más de 40 horas a la semana. Luego, entender la filosofía del “aquí y el ahora”, cambiar los hábitos de vida, incluir tiempo para la reflexión personal, practicar meditación y deportes, y romper la monotonía. En ese proceso no puede faltar el análisis de nuestras opciones, dentro o fuera del actual puesto. Porque hay veces que la disyuntiva se plantea radical: la empresa o la vida.
Twitter: @cala
Instagram: ismaelcala
Facebook: Ismael Cala