Hoy en día existe una brava discusión sobre los géneros humanos femenino-masculino, hecho que ha llevado a grandes divisiones, ya que existen diversas opiniones al respecto.
Sin embargo y más allá de la contextura física que puede tener una persona, hay un plano donde las formas trascienden y se puede observar todo esto desde un enfoque más amplio y universal.
Existe en la historia, tanto en la biblia como en otros textos de estudio, donde se mostraba que en el pasado los ángeles eran andróginos, es decir, tenían dentro de sí ambos aspectos. El ser humano en una búsqueda constante de sí mismo, y basándose más que nada en creencias, acuerdos sociales o infinitas culturas establecidas en este planeta e intentando tratar tanto de experimentar cómo explicar este proceso andrógeno, ha confundido los factores y los ha humanizado, entrando en una cruenta lucha por posicionar su condición, que ante los ojos de la sociedad se puede convertir en una guerra sin cuartel.
El punto relevante en todo esto es que más allá de cualquier condición genérica, somos simplemente seres, revestidos de la forma que cada uno ha elegido de acuerdo con la experiencia espiritual que necesite vivir, con el fin de evolucionar.
En el plano superior o universal, no existe ni el bien ni el mal, tampoco existe el juicio o el prejuicio, existe algo que se llama consecuencias, basado simplemente en la Ley de Causa y Efecto, nada es bueno ni malo, cada cual recibe lo que le corresponde, basado en sus propios actos.
Sin embargo, la sociedad impone un estilo, una forma, una identidad para sentirse integrado y en el caso de no adoptar aquellas formas, simplemente es vapuleado o vilipendiado, humillado u ofendido e incluso en algunos casos extremos, asesinado.
Tanto por uno o, por otro lado, el ser humano ha intentado establecer una posición personalizada en base a su visión individual, generando una imposición abrupta y pasando a alterar el orden de las cosas de una forma agresiva. Si tan solo se aceptara el hecho de que cada persona es tan solo un ser que viste de una forma o de otra, sin necesariamente interferir con el espacio del otro, quizás todas esas batallas no existirían o serían innecesarias.
La lucha por la identidad no es lo importante, especialmente si la persona se asume en su totalidad y vive desde su naturaleza pura, respetándose a sí mismo, valorándose y cuidando todos los aspectos de su vida en armonía.
PAOLA RIOSECO PRADO
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