En el tiempo, todo tipo de conexión con nuestra verdad profunda o nuestro Yo Interno, ha estado fundamentado en creencias externas, las que han sido potenciadas por las diversas religiones o creencias de cualquier tipo que hoy existen.
Cada una de esas instituciones, han creado en el inconsciente colectivo la necesidad profunda de conectar con entidades superiores, que pueden denominarse de distinta manera y que sin esa relación, no somos nada. No tenemos derecho a pensar, sentir ni discernir en forma individual, entregando de esa forma nuestro poder personal e interno, a aquellos seres que profitan o se nutren de nuestra propia energía. Somos el ganado alimentario de estas entidades.
Durante siglos, hemos sido presa de aquellos que sustentan ese poder sobre la humanidad, especialmente desde el campo mental, donde generan ideas, doctrinas o fundamentos que convencen a los humanos y los hacen seguir sus propias reglas.
Hoy, la raza humana está despertando, ya no necesita sustentar su fe en otros, pues ha encontrado la profunda verdad en sí mismo, está tomando plena consciencia que es un ser libre, con grandes potencialidades, con la facultad de crear su propia realidad, de ir más allá de la ilusión externa que presentan frente a los 5 sentidos.
En el tiempo, se ha ido descubriendo, incluso científicamente, que el espíritu es la verdadera fuente de un flujo energético en el que se sustenta nuestra vida, y en ese descubrimiento, también se ha potenciado la condición de unidad, en el que estamos todos inmersos.
Somos esa unidad, que impulsa a generar nuevas instancias, los tiempos han cambiado, la realidad que nos presentan ya no es creíble a primera vista, existe un sentido de análisis mucho más profundo.
Y en ese análisis, hemos descubierto que provenimos de una misma fuente depositada en nuestro corazón, esa fuente se denomina AMOR, siendo esta hermosa energía unificadora, expansiva, comprensiva y que permite ver la otra realidad, aquella donde podemos conectarnos unos con otros sin expectativas, en la bondad suprema, en el límite del respeto por sí mismo y por ende el o los otros, esa realidad que tiene el poder y la fuerza de cambiar el constructo psicológico al que hemos sido sometidos en el tiempo.
Hoy somos una generación de seres más libres, aquellos niños que están naciendo, vienen con su ADN mucho más desarrollado y con un conocimiento tal, que dominan las nuevas energías que han emergido durante este último tiempo.
La buena noticia, es que esta humanidad está despertando… o ya despertó.
PAOLA RIOSECO PRADO
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