Vivimos en un mundo donde las proyecciones en general, están sustentadas en los proyectos de vida a los que estamos anclados. Sin darnos cuenta que todo aquello es una mera ilusión que roba nuestra energía y nos desgasta hasta el punto de quedar convertidos en la constante expectativa de lo que se puede cumplir o no cumplir.
El macro y el microcosmos son exactamente lo mismo, lo que es arriba es abajo y lo que es adentro es afuera. Por lo tanto, cada sueño que vamos realizando, es aquello que plasmamos primero en nuestro microcosmos, es decir dentro nuestro y que una vez completado, se lanza al universo infinito o al macrocosmos el que por ley natural regresa a nosotros multiplicado.
Se nos ha ofrecido como norma establecida la creencia que para obtener algo, hay que sacrificarse al máximo, premisa que ha ido perdiendo potencialidad, debido a que como humanidad hemos ido gradualmente tomando consciencia de que lo único que tenemos que sacrificar es aquella creencia.
Ya no existe en nuestra memoria aquel dios castigador, sabemos que aquello también ha sido parte del plan destructivo y esclavizador hacia la humanidad toda. Siendo parte de aquel plan, la ley del embudo, donde tu pones todo, pero extraes nada, porque eres un ser “pecador” y “culpable” por cualquier cosa que inventaron en el camino para hacernos sentir disminuidos en nuestros propios potenciales.
Hoy, vamos caminando con la visión amplia de que cada situación que vivimos, es parte de nuestra propia creación, la Ley de Correspondencia, aunada con la Ley de Causa y Efecto son leyes universales, son parte de esa creación, ya que al tomar consciencia de aquello hemos de hacernos responsables cien por ciento de nuestros propios actos y dejar de sustentar la responsabilidad en otro u otros.
Como hijos de un espíritu creador, llegó la hora de crecer, de tomar riendas de nuestra propia vida y nuestros propios actos, para ello simplemente hemos de reconocer, que somos seres humano-divinos y que desde el amor, la sabiduría, la fuerza de la unidad, podemos generar grandes y maravillosas instancias de armonía y felicidad, y nada más ni nada menos, aceptando el simple hecho que vinimos a aprender a ser felices, siendo un espíritu viviendo una experiencia humana.
PAOLA RIOSECO PRADO