Todo en la vida forma parte de un ciclo, cada uno de esos ciclos cumple una función importante dentro de la misma, por diversas razones, las que son detonantes para lograr vivir desafíos que permiten ir fortaleciendo el espíritu, ya que lo que no te mata, te fortalece.
Existen etapas en las cuales pareciera que se cierran todas las puertas, sin embargo y más allá de cualquier circunstancia, de una u otra manera, se encuentra una salida. La noche oscura del alma, es un periodo que todo ser humano vive, es un espacio donde en apariencia, se está metido en un hoyo donde no se ve salida por ninguna parte.
Eso mismo, hace que la persona se desanime y por más que luche, no encuentra espacio para reflexionar con calma, pues la desesperación marca con fuerza la angustia que está procesando, sin embargo, todos sabemos que después de la tormenta aparece inevitablemente la calma.
Cada ser humano experimenta con fuerza al menos una vez en su vida, esta experiencia, el punto relevante es que una vez que aquello ha sucedido, se puede percatar de que, en muchas ocasiones, la solución se presenta por si sola, dándonos cuenta de que se ha perdido una cantidad importante de energía, dándole fuerza a lo destructivo o negativo, sin considerar que es parte de aquel ciclo que hablamos en un comienzo.
Lo increíble es que cuando estamos viviendo lo contrario, jamás nos damos el trabajo ni siquiera de pensar, solo se va fluyendo desde la armonía, generando o atrayendo más instancias que potencian ese estado de felicidad. Desde ahí surge la pregunta lógica, ¿Por qué entonces nos dejamos atrapar por aquellos estados emocionales oscuros?, ¿Por qué le damos tanta fuerza en lugar de potenciar lo constructivo de aquella lección que estamos experimentando?
Lo vital de cada circunstancia que se nos ofrece, es aprehender la lección implícita que esta conlleva, tanto de un factor positivo como de lo contrario. La vida nos va probando en nuestras fortalezas y debilidades, pues para eso habitamos en este cuerpo humano, como parte de un bagaje que nos permite desarrollar nuestros máximos potenciales, como una forma de avanzar e ir progresando, con el fin de madurar, crecer y evolucionar.
Un renacer después de una gran agonía, es una enorme oportunidad de extraer lo mejor de cada uno y contribuir a una vida mucho más sana, adquirir experiencia y lograr una mayor sabiduría.
PAOLA RIOSECO PRADO
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