Cuando hablamos de saltar al vacÃÂo generalmente lo hacemos desde una perspectiva mental, jamás podrÃÂamos imaginar que sea un ejercicio práctico, donde ésta desaparece y no queda más que la confianza y la entrega. Y lo hago desde la experiencia personal, la que me gustarÃÂa compartir con ustedes.
Por razones personales y familiares tuve que realizar un viaje a Centro América, especÃÂficamente a Santo Domingo, fuimos invitados a subir una montaña, sin percatarnos que habÃÂa estado lloviendo durante tres semanas, por lo que el suelo estaba húmedo y resbaladizo.
El viaje consistÃÂa en subir a la cima, atravesando un puente que se cayó por la densidad de la lluvia, el rÃÂo que pasa por debajo estaba con más agua de la normal y con el nivel de corriente muchÃÂsimo más fuerte.
Pues bien, fue desde ahàque partió la aventura más increÃÂble que he podido realizar en mi vida, y advierto que no he tenido pocas, sin embargo, esta nos ofreció una experiencia que va más allá de lo fÃÂsico, dirÃÂa que más bien fue espiritual.
Tuvimos que atravesar el rÃÂo con ayuda de guÃÂas, que eran lugareños de la zona y parte de la comunidad que se encargaba de realizar estos viajes, hombres fuertes y acostumbrados al terreno, lo que ofrecÃÂa una cierta seguridad al saber que estábamos bien resguardados.
Por primera vez en mi vida, soy tomada literalmente en vilo agarradas del chaleco salvavidas que llevábamos puestos y mis pies apenas tocaban las piedras que estaban bajo la corriente. Luego, seguimos subiendo la montaña y al llegar arriba, descubrimos que tenÃÂamos que bajar por ese mismo rÃÂo, convertido en cascadas.
Al realizar el primer salto, no fue tan exagerada la sensación como en el segundo, pues este era ni más ni menos que una altura de aproximadamente 15 metros. Me gustarÃÂa poder explicar lo más detalladamente posible esta experiencia, que para màal final se convirtió en algo mÃÂstico.
Estando frente de aquel desafÃÂo, la sensación fue de terror al sentir que no habÃÂa vuelta atrás, o saltaba al vacÃÂo o me quedaba anclada en ese miedo paralizante, cuando finalmente logré agarrar fuerzas, tenÃÂa la confianza que los guÃÂas que estaban esperando abajo me iban a tomar del chaleco y podrÃÂan jalarme hacia la orilla.
Fue entonces que respiré profundo y he aquàun detalle importante, crucé mis brazos y me abracé, como acogiéndome a màmisma y salté, en ese instante mi mente no contuvo nada, era un vacÃÂo extremo, a mi espalda ya no habÃÂa nada que me contuviera, solo estaba llegar a la meta que era el agua, cuya corriente era intensa y con un nivel de profundidad importante.
Me hundàcon la confianza de que esos hombres me iban a tomar, pero, sucedió algo impensado, me encontré bajo el agua, habÃÂa respirado lo suficiente como para aguantar, sin embargo, de pronto me dàcuenta que habÃÂa pasado de largo y que el rÃÂo simplemente me llevaba en su corriente, es decir, la entrega total, la confianza que me llevarÃÂa a algún lugar donde pudiera resguardarme y agarrar alguna roca me que permitiera descansar.
La desesperación ya no existÃÂa, solo estaba aquella hermosa acción de estar atenta al instante presente, no habÃÂa nada más que el rÃÂo y yo, dejándome llevar por su cauce hasta que éste me permitiera extender mis manos y alcanzar la piedra que me permitiera descansar y aquietar mi cuerpo.
Si resumo toda esta experiencia, podrÃÂa decir que es literalmente saltar al vacÃÂo y dejarse llevar por la corriente de la vida sabiendo que lo único que nos puede salvar de quedarnos atrapados o paralizados es entrar en la confianza que nos ofrece cada experiencia, salir de la zona cómoda y permitirnos experimentar más allá incluso de nuestras propias capacidades.
Es maravilloso darse cuenta que somos mucho más aguerridos de lo que parecemos y que existen muchas opciones de adquirir conocimiento y alcanzar el éxito.
Paola Rioseco Prado