Nada más agradable cuando estamos en un lugar cómodo, que nos acoge y nos ofrece un espacio de aparente quietud, donde efectivamente sentimos que podernos quedar en aquel lugar por la eternidad, ya que sin duda es un espacio que invita a permanecer por largo tiempo.
Cierto, la zona de confort tiene todas esas características, sin embargo por otra parte, puede ser o convertirse en una trampa muy riesgosa, pues ante tanta comodidad de pronto es factible olvidarse de transitar por otros espacios, donde se puede aprender y desarrollar nuevos potenciales.
Como todo en la vida, los extremos absolutos son innecesarios, lo importante es encontrar un interesante equilibrio entre la excesiva comodidad quieta, versus la actividad sin parar, pues cada uno de estos estados de una u otra manera tienen el riesgo de acarrear serios resultados, especialmente si se convierte en un habito constante, lo que obviamente en su momento ha de generar resultados poco convenientes para quienes lo viven o aplican.
Otro de los posibles conflictos al permanecer en la zona de confort por largo tiempo, consiste en dejar de vivir una realidad necesaria a objeto de enfrentar los grandes desafíos que la vida nos aporta, como un medio para aprender en base a la experimentación de la misma, a fin de saber desarrollar elementos de defensa y/o protección, como parte de un aprendizaje para finalmente saber reconocer el limite exacto que cada uno es capaz de sostener o soportar y definir hasta donde se puede llegar, basados en el respeto a todo y todos.
La zona cómoda es muy tentadora, mas también es evasiva, es mucho más fácil resguardarse en un espacio pequeño que permitir la expansión de la vida. El mayor de los inconvenientes de este lugar, es que normalmente es habitado por los miedos, aquellos que no permiten abrirse a cosas nuevas y que bajo su yugo, paralizan cualquier intento de desarrollo integral.
Ahora bien, la pregunta es cómo salir de aquella zona tan cómoda y aunque podríamos decir que es en extremo complejo, basta con solo saber tomar la decisión correcta de movilizar las energías, en este primer paso, viene como consecuencia la actividad tanto física, como emocional, ya que la mental es la que ha tomado la opción de transformar aquella paralizante actitud que finalmente nos convierte en esclavos de una innecesaria inercia.
¿Cuál es su zona cómoda?, búsquela, descúbrala y verá como en forma casi natural, toma la decisión de generar el cambio, que por norma se convierte en algo constructivo para su vida.
PAOLA RIOSECO PRADO
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