Un bebé cuando nace a través del vientre de su madre, no tiene claridad frente a lo que se supone viene a experimentar en este proceso de vida. Aunque es un espíritu viviendo una experiencia humana, no implica que ha de recordar todo aquello que trae como información espiritual.
En el momento de ser engendrado, de inmediato comienza a captar la información que le ofrece la madre, a través de sus células y moléculas, repitiendo desde ese instante, los patrones que ambos padres han desarrollado como formateo educacional y del entorno en que se ha sido educado.
En ese formateo, el ser humano es y ha sido condicionado a un factor cultural, que sin duda está sustentado en creencias, doctrinas, filosofías y otros elementos que claramente lo han convertido en un ser automatizado.
Bajo esta premisa, el bebé va perdiendo su inocencia y se va conformando como un ser domesticado, que desarrolla conductas adquiridas, las cuales en la medida que las practique a diario, finalmente se arraigan fuertemente como parte de un hábito establecido, perdiendo toda naturalidad y convirtiéndose en lo que el sistema le ha ofrecido dentro de su entorno.
Conectar con nuestro bebé interno, es capturar la verdadera esencia de una persona. Es llegar a la verdad del ser y de sí mismo, más allá de cualquier condición que haya adquirido en su paso por la formación/educación.
Un bebé inocente cree en todo lo que le dicen, tiene ojos transparentes y limpios, posee una pureza que sobrecoge, la que obviamente se va perdiendo en el tiempo.
Bajo esa premisa, es vital ir al reencuentro con ese ser maravilloso que todos fuimos cuando nacimos, pues es allí donde se centra la verdadera y real magnitud de lo que en verdad somos. Se dice que nuestros niños son nuestros grandes maestros, especialmente hoy en día, que vienen con su ADN mucho más desarrollado y el nivel de captación que tienen de la aparente realidad, es otra. Es más profunda y sin embargo, mucho más sencilla.
Como adultos, hemos perdido ese don ante tanta domesticación, por eso es tan importante realizar un llamado de atención, para que logremos rescatar la esencia pura que habita en nuestro interior. Nada es imposible, basta con enfocar la atención y pedirle a nuestra memoria que nos lleve a ese hermoso lugar, donde en algún momento de la vida, no teníamos grandes preocupaciones de sobrevivencia y éramos simplemente… puros e inocentes.
PAOLA RIOSECO PRADO
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