Se dice que el ser humano demora unos cuantos meses en aprender a balbucear sus primeras palabras. Casi como broma se comenta que una vez que lo logra, jamás vuelve a callar. Adquirir el lenguaje, depende mucho del nivel de estimulación que sostenga su entorno.
Por otra parte, no se enseña a entrar en el silencio, ofreciéndole a este un significado muy precario, pues una persona silenciosa tiene la tendencia a ser más observadora y mucho más cauta en sus afirmaciones, lo que a muchos no les conviene.
Sin embargo, el silencio tiene su encanto, permite vagar por el pensamiento hasta que este desaparece y se queda en la nada, en un lugar que no tiene ni tiempo, ni espacio. Es intentar definir lo indefinible, pues al tratar de darle un significado, no tiene una expresión que pueda decodificar aquello que se está sintiendo.
Se acepta como definición, que el silencio es la ausencia de sonido, pero si observamos desde una perspectiva algo más amplia, existe una gran diferencia entre estar callados y estar en silencio. El primero solo tiene la ausencia de sonido externo, más internamente está lleno de ruido, en cambio lo segundo tiene una gran connotación, pues permite detectar desde una perspectiva diferente, lo que se está viviendo y aquella observación puede traer enormes conclusiones que ayudarían a encontrar soluciones impensadas frente a ciertos niveles de dificultades o profundidades de la vida.
El silencio genera aperturas relevantes en niveles superiores de sí mismo, permite detectar en aquel recóndito espacio la maravillosa fuerza que posee nuestro interior, la conexión pura con el sentir y el corazón, con la fluidez suprema de la consciencia pura, que va más allá de lo conocido, de lo intelectual y de lo conceptual.
Ahora bien, existe poca información adecuada o la educación necesaria para lograr practicar este tan relevante ejercicio pues hay lineamientos que sostienen algunas doctrinas y que ofrecen ciertos ejercicios de cómo lograr el objetivo de entrar en un estado de silencio, que le permita a la persona adquirir un nivel de consciencia algo más elevado y comprender aspectos relevantes que la decodificación cerebral común no detecta.
Se dice que el gran secreto de la evolución, es la respiración. Pues en este caso no existe duda que, para lograr entrar en el profundo silencio, solo hay que aprender a respirar y en la práctica irá adquiriendo el hábito de entrar en ese estado y disfrutar cada vez de sí mismo.
PAOLA RIOSECO PRADO
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