POR ISMAEL CALA
@CALA
En un mundo tan convulsionado, con tantos hechos adversos que quebrantan el día a día, a menudo me consultan cómo hacer para mantenernos optimistas. Noticias como las masacres en Nueva Zelanda y Sri Lanka, los accidentes aéreos de Etiopía y Rusia o los ciclones en India y África, nos hacen sentirnos vulnerables.
Lo primero es aclarar que la clave de la actitud ante la vida no reside en el exterior o en el entorno, sino en lo interno. Ser positivo es el antídoto que me ha permitido diseñar la existencia que quiero tener. ¿Y cómo se logra eso? Debemos empezar por aprender a cambiar paradigmas, para transformar en positivo todo lo que ahora consideramos negativo.
Según los investigadores de la Clínica Mayo, una actitud positiva ante la vida permite superar nuestro diálogo interno de negatividad, pero también ayuda a reducir el estrés, aumentar la expectativa de vida, disminuir los niveles de depresión y sufrimiento, a una mayor capacidad de resiliencia y a un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, entre otros beneficios.
Entonces, las preguntas claves aquí son: ¿cómo es el diálogo que tienes contigo mismo? ¿Predomina la actitud positiva? O, por el contrario, ¿eres tu más feroz adversario? ¿Qué tal si intentas cambiar esos pensamientos repetitivos-negativos por nuevos pensamientos repetitivos-positivos? ¿Y si las cosas no fueran tan mal como las estás presagiando? ¿Y si comenzaran a sucederte las cosas buenas que mereces?
Por eso, una de las siete llaves a las que le dedico una meditación completa es justamente la relacionada con el optimismo.
El optimismo no es una esperanza infantil ni la simple creencia de que algo bueno va a suceder: se trata de un estado proactivo de la mente. Es actuar para que las cosas buenas sucedan. “Puede que tú seas la única persona que cree en ti, pero es suficiente. Solo se necesita una estrella para atravesar un universo de oscuridad. Nunca te rindas”, afirmó con toda razón la escritora Richelle E. Goodrich.
Tampoco debemos olvidar la importancia de vivir agradecidos. Cuando mostramos gratitud, entramos en un círculo virtuoso infinito. Si bien no podemos controlar las circunstancias, sí podemos pensar en estrategias para adaptar nuestras acciones a las realidades que la vida nos presenta.
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