Para muchos, ser felices se ha convertido en una meta, más que en un camino. La cultura, la educación o la sociedad han implantado valores o creencias en torno a lo que nos hace verdaderamente felices. Para algunos, el dinero y los bienes materiales son fundamentales, mientras que, para otros, la felicidad se relaciona con la estabilidad.
Un estudio, realizado recientemente por la compañÃÂa Booking, asegura que viajar es lo que nos hace más felices. El resultado no me sorprende, ya que siempre he insistido en que el turismo aporta herramientas ilimitadas de desarrollo personal. Cuando viajamos, conocemos nuevas culturas, aprendemos de personas diferentes, degustamos sabores exóticos y nos preguntamos quiénes somos y cuál es nuestra verdadera meta en la vida.
Viajar es un placer para mÃÂ. Sobre todo, cuando reúno varias veces al año a decenas de personas, de diferentes lugares del mundo, y les muestro lo que ya vivàen paÃÂses y culturas tan distintas como India, México, Honduras, Perú o Israel. También aprovecho los vuelos para leer, meditar o escuchar audiolibros, para seguir aprendiendo. La búsqueda de la excelencia, que no la perfección, también me hace feliz.
El cientÃÂfico Robert Waldinger, de la Universidad de Harvard, analizó a 724 personas, desde 1938 hasta ahora, para comprender los factores que las hacÃÂan felices. Waldinger asegura que ni el dinero ni la fama nos garantiza la felicidad. La clave está en las relaciones sociales, basadas en la confianza y el respeto. El materialismo queda abatido por las emociones personales. Y viajar será siempre una poderosa emoción.
Como decÃÂa BenjamÃÂn Franklin, “la felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los dÃÂas”.
Para alcanzar la felicidad, tan solo debemos buscar la abundancia espiritual; promover la prosperidad en nuestra vida â€â€y en la de los demás y afianzar las relaciones con las personas de nuestro entorno.
POR ISMAEL CALA
@CALA