La humanidad se ha movilizado a través de conceptos establecidos por mentes brillantes, las que han inventado un sistema restrictivo, cuya finalidad era mantener a la sociedad supeditada a factores externos, con tal de mantener un poderío manipulativo extremo.
Esto ha llevado a los seres humanos a una esclavitud sin límites, basada en ideas, doctrinas, filosofías, las que con el tiempo se fueron potenciando y enmarcando la conducta humana a un fragmento mínimo de toda su capacidad.
Para ello y como parte de aquella creación, inventaron la idea del bien y del mal, del ángel y el demonio, dándole con fuerza mucho mayor poder a este último, generando casi un pavor constante en la conducta humana, sustentado en el sentido del pecado y de la culpa como parte del fundamento mantenido a lo largo del tiempo.
Desde esa perspectiva todo aquello que tuviera que ver con la belleza, ha sido oculto. En cada instancia desarrollada, de una u otra manera se convenció a las personas que por cada acto de armonía o felicidad que tuviera, estaba obligado a expresar que aquello no podía durar mucho, que vendría la contraparte y el sufrimiento se haría presente con fuerza, tan solo por el hecho de sentirse en armonía y casi como un autocastigo por esta feliz.
Sin embargo y paso a paso, los seres humanos han ido despertando, generando hermosas instancias de comprensión profunda. En el universo no existe ni el bien ni el mal como concepto, solo existen las consecuencias y aunque hay muchos seres que aún no lo comprenden a cabalidad, más temprano que tarde irán abriendo las puertas de su corazón, para ingresar a la comprensión profunda de lo que significa vivir en la afluencia del amor.
El amor es más fuerte, es imparable, mas ello no significa que tengamos que desconocer nuestras sombras, es a la inversa, hemos de aprender a enfrentarlas desde la madurez, en la sapiencia y la convicción que, generando el recorrido de dichas emociones, se podrá detectar sus patrones de conducta y de esa forma, poder manejar el flujo con serenidad y armonía, alcanzando estados de verdadera paz, muy alejados del miedo y del dolor.
Ya no se necesita el sufrimiento para evolucionar, tan solo hay que darse el permiso de permitirnos ser felices, porque lo merecemos, como seres humanos, como humanidad y como especie.
Otórguese a sí mismo el permiso de ser feliz, simplemente porque usted lo merece.
PAOLA RIOSECO PRADO
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